Hoy, más que otras veces, quiero poder irme a Exopotamia. Abrir la puerta, salir a la calle y llegar a un país en donde no tener nada sea tener algo. Donde el solo ser yo, sin ninguna acreditación, donde mi yo y lo poco que sabe hacer, y lo menos que sabe decir qué es sean la recomendación suficiente y válida. Y quedarme ahí, en un eterno a-, o en un impedecero ex-, o en un definitivo in-, y valerme de lo que soy y no sé hacer, y de las otras cosas que hago, y que proscriba la aprofesionalidad de las cosas que sé.
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