![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgIVKcDPkRA5A2fQSBuI9r-VTtOQMrC3Z5aMuKCoYfnxm09rwZYq2YGCPuNgrdzm5757gNnSojuHmGFfukYi2-buPrSWCs-gtR96zzue8gk_9HArcGsRZEpH1eq7PU3e4QMXIuc5SeysUGA/s400/espejos3.jpg)
Puedo afirmar sin temor a equivocarme que en mi vida hay un antes y un después de Hamburgo. Es redudante decir que no solo la ciudad, sino que la experiencia han establecido este punto en mi línea del tiempo. Trillado es hablar de las muchas cosas que he aprendido. Como bien aconseja Moers es bueno tener estos recursos de efectismo trivial y clichés más o menos baratos. Pero hoy no es el día.
La ironía de la vida es que afiancemos los lazos con las personas que siempre estuvieron físicamente ahí, pero en otro planeta al mismo tiempo, y que se liberen por medio de la impersonalidad tónica del chat. Surgen conversaciones que nunca hubieran tenido lugar, confesiones y expresiones de afecto que nunca, o raramente esperarías. La pregunta que me surge es por qué, sabiendo que el ser humano se escuda y se libera tras un papel o espacio en blanco, esa es una de las magias del teatro, o de los epistolarios. Nos confiamos en la idea de que lo dicho en el chat no saldrá de ese diminuto espacio que asegura una confidencialidad y secretismo adolescente, no sé si nacidos de lo chiquitito de la ventana, o del pensamiento de que una vez cerrada, no quedará nada. Pero, ¿quién experimenta el cambio? Me siento liberada por haber dicho lo que siempre quise decir sobre temas pendientes, zanjar en lo que a mí respecta mi necesidad de opinar, pese a los griegos. He cumplido con mi papel de espejo en el que se han mirado, reflectado, y me siento bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario